De cómo construir a partir de lo insólito una historia creíble, de urdir una novela casi experimental en cuanto a profundidad de intenciones sin perderse en la vacuidad displicente para con el lector gracias a un aspecto formal comprensible y un lenguaje cercano, de dibujar sonrisas y enternecer sin aspavientos, de cómo entretener, de todo eso va “Maletas Perdidas”, una suerte de “road movie” escrita donde los coches descapotables y motos de alta cilindrada son sustituidas por un Pegaso haciendo mudanzas por media Europa conducido por tres curritos ajenos al contraste entre los tonos sepia del tardofranquismo y los colores vivos de la contracultura que espoleaba a la sociedad occidental fuera de nuestras fronteras. Un choque que el lector debe colegir a través de la rutina de los singulares empleados de La Ibérica S.A., por otro lado carentes de cualquier inquietud ideológica o intelectual que no sea la de vivir el día a día. De hecho, en algún momento Puntí parece sugerir que las revoluciones culturales y estéticas necesitan espaldas cubiertas y asignaciones paternas.
El protagonista, Gabriel Delacruz, es un joven desarraigado que no se hace preguntas, un escapista en una constante huída hacia adelante cuya consecuencia es una rocambolesca situación familiar: cuatro hijos de diferentes madres solteras repartidos en otras tantas ciudades europeas. Christof, Christophe, Christopher y Cristòfol (los “cristóbales”) viven en Fráncfort, París, Londres y Barcelona respectivamente sin saber los unos de los otros hasta que el destino les reúne en la catártica misión de reconstruir el periplo vital de su desaparecido padre común. Un encuentro fortuito que sirve a Puntí de vehículo para utilizar brillantemente cuatro voces narradoras que se alternan como los solistas de un grupo en una trama que va enredándose sin dispersiones por medio de múltiples secundarios con entidad propia, todos ellos confabulados para enriquecer un relato que no queremos destripar y que recomendamos encarecidamente.
Pedro Galiano, pàgina web d’El ojo crítico. L’enllaç, aquí.
dimecres, 5 de maig del 2010
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